El Maestro

Buda tomando un baño en una fuente de plásticoEl discípulo inquirió al maestro: "maestro, no consigo dormir por las noches, mi vecino me hostiga, mis amigos me ignoran, mi familia me desprecia...qué debo hacer, maestro? cual es la solución?"

El maestro, que dormitaba sentado a la orilla del río, y que apenas si oyó el murmullo de la voz del discípulo -ya que era un hombre de avanzada edad-, hallábase ensimismado con un grupo de juncos que se mecían a lo lejos, acariciados por la tenue brisa. Tras largos minutos de silencio, pues el maestro no advirtió que el discípulo le había hecho una consulta, y esperaba una respuesta, y por entablar una conversación trivial, dijo: "me gustan los juncos".

Entonces, soprendentemente para él, el disícpulo le miró con los ojos muy abiertos, le abrazó, le besó y le dijo: "gracias, maestro, ahora lo entiendo todo, debo ser como el junco, flexible y firme, mantenerme erguido cuando sea necesario, y dejar que los odios de mis semejantes pasen junto a mí sin quebrantarme, como hace el viento con los juncos...gracias, otra vez, maestro"...y se marchó alborozado hacia la aldea.

El maestro, como otras tantas veces en su vida, nunca supo qué había sucedido en realidad, ni por qué se dirigían a él como "maestro", ni por qué le escuchaban con atención. El maestro, en realidad, era un hombre sencillo, que no alcanzó a comprender jamás que nada hay más apreciado que los silencios, más evocador que los animales y las plantas, y que un buen modo de que te consideren un maestro es conseguir, aún sin tú saberlo, ni siquiera intuirlo, que con esos silencios y vaguedades cualquiera que lo desee sea capaz de encontrar respuestas a sus problemas.

Así pues, si el maestro hubiera sabido que cientos de años después, sus silencios y vaguedades, sus siestas interminables a la sombra de una higuera, se convertirían en compendios de sabiduría, introspección y meditación, equiparados a las obras de verdaderos filósofos como Platón, Aristóteles o Kant, a quienes jamás habría entendido, habría abierto los ojos mucho, como un lemur, se habría reído a carcajadas, como una hiena,  y se habría marchado a echar la siesta...frente a  los juncos que tanto le gustaban.

No hay comentarios: