Pero yo voy a personalizar, y me vais a perdonar que le diga públicamente algo que ya le dije en su momento en voz baja: te has colado, te has saltado tu turno en la cola del cine, no te tocaba aún encararte con la taquillera, y lo creas o no, y por razones que no se o no quiero explicar, me has dejado especialmente solo, y con un peso sobre mí que hubiera preferido que llevaras tú un montón de años más
Hace un año, te escribí una carta. Hoy prefiero recurrir a un escritor de verdad, que murió también demasiado pronto, y al que muchas personas quieren que olvidemos. Me gustaría poder decir -sintiéndolo- eso de "estés donde estés", pero es que yo no creo en Dios, ni en el cielo. Sin embargo, se dónde estás, y de donde nunca te vas a ir. Estás "aquí dentro", y en el "aquí dentro" de todos cuanto te conocimos y quisimos. Te dejo con Miguel Hernandez. Un abrazo.
Elegía a Ramón Sijé. Miguel Hernández
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me
ha muerto como el rayo, Ramón Sijé,
con quien tanto quería.)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma tan temprano.

y órganos mi dolor sin instrumentos,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler, me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo voy
de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano está rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

de piedras, rayos y hachas estridentes,
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero mirar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas
y tu sangre se irá a cada lado,
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas,
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Te dejo aquí la versión que hizo el maestro Serrat, a quien diste de comer en varias ocasiones, y con quien mantuviste más de una charla, acodados en la barra de Finca Ansaldo.
2 comentarios:
Bonito y sentido homenaje. Un abrazo.
Gracias, amigo, Otro para tí
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