¿Realmente merece la pena?

PersianaHay personas en todo el mundo que con sus acciones cotidianas provocan destrucción, miseria, dolor y hasta muerte. Esas personas, que tienen nombre y apellidos, y tienen familias, hijos, nietos, hermanos, padres y madres, hace unos años, decidieron apostar (porque de eso se trata en el fondo, de apostar) por engañar a gente humilde, sobre todo en EEUU, hipotecándolas de por vida, y sabiendo casi con total seguridad que jamás podrían devolverles lo prestado, con el único propósito de recuperar, vía pagos mientras éstos pudieran afrontarlos, via embargos cuando ya estuvieran hundidos, bastante más de lo prestado, recuperando la vivienda y revendiéndola, ya que preveían que esta habría incrementado su valor. Era, al parecer, una práctica legal. No había nada delictivo en ella. Esos señores, con la aprobación de otros señores que trabajaban en las agencias de calificación, desde sus bancos y agencias, difundieron esas hipotecas por todo el mundo, donde otros señores, esta vez ya con nuestros ahorros, es decir, CON NUESTRO DINERO, tomaron la decisión de comprarlas, oliendo el negocio redondo al que podían acceder. A todos ellos, la jugada no les salió bien del todo. Esos señores, todos, cuando la jugada les falló, lejos de afrontar con elegancia la derrota, como cualquier tahúr haría, lloriquearon, amenazaron, presionaron a los gobiernos, para que otra vez CON NUESTRO DINERO pudieran remontar pérdidas y no colapsar el sistema. Multitud de opiniones "científicas" les avalaban. Y se hizo, como no.

Esos señores, en ningún momento dejaron de estar entre la clase pudiente, no tuvieron que abandonar sus casas ni sus fortunas, no dejaron de ganar dinero, no fueron a la cárcel, no pagaron por ello. 

Y a continuación, con nuestro dinero, con el que les dimos para que reactivaran la economía, y que nos provocó una deuda dificil de remontar, esos mismos señores recompraron esa deuda, especularon con ella, volvieron a presionar a gobiernos y políticos, amenazaron con el infierno si no se recortaba el estado del bienestar....y lo volvieron a conseguir. Muchas opiniones "científicas", a pesar de que la evidencia parecía demostrar lo contrario, avalaban sus peticiones. Todo esto, esos señores, lo han hecho con nuestro dinero, bien por la vía institucional, a modo de ayudas, bien sirviéndose del capital que todos aportamos a la banca, empresarios, autónomos, trabajadores, hasta parados.

Cada fondo de pensiones, cada nómina domiciliada, cada libreta de ahorro infantil, cada subsidio de desempleo, cada pensión,  en parte, está destinada a este tipo de inversiones, sumamente rentables. 

Lo hacen, eso dicen, por el bien de sus clientes. Lo hacen, eso dicen, porque el mercado es muy duro y la gente hila muy fino. Hasta algunos políticos, no se si con poca prudencia o con excesiva confianza en la estulticia del electorado, lo han apuntado: el mismo Zapatero se refirió a los fondos de inversión como grupos de personas de todo tipo, trabajadores, pensionistas, etc. Y no le faltaba razón, pues es con nuestros dineros con los que se invierte, se especula, se gana...

Estos señores, han descubierto, además, que es muchísimo más rentable invertir (¿especular?) con deuda de los países, con armamento legal o ilegal, con alimentos en la Bolsa de Chicago,  que en economía productiva, por tanto, al tiempo que ganan muchísimo más dinero, lo hacen a un coste mucho más bajo y corriendo muchos menos riesgos. ¿No es eso lo que se espera de cualquier empresa?.

Ellos ni están en la cárcel por ello, ni lo estarán puesto que sus prácticas son legales. Los grandes lobbys que les apoyan, o que directamente les pertenecen, obran de la misma forma, y apoyan las mismas tesis. Y lo hacen con nuestro dinero, al menos en parte, es decir: con nuestra complicidad y anuencia. Estamos finaciando en cierto modo a personas que presionan para que nos quiten lo público, para que en lo privado las condiciones laborales sean más precarias, para que se incremente aterradoramente el número de parados, para que día a día aumente el número de pequeños empresarios y autónomos que se ven obligados a entrerrar sus sueños y su trabajo bajo la losa del capitalismo más salvaje.

Lo hacen con nuestro dinero.

A mí un dia me dio por pensar en estas cosas, me pregunté cuántos euros de los pocos que tengo en el banco van a financiar empresas, autónomos, etc, y cuantos se dedican a invertir en fábricas de bombas racimo, en la bolsa de alimentos de Chicago, generando si hace falta inmensas hambrunas en África, cuántos se emplean en presionar a gobiernos soberanos con su deuda, generando pobreza, miseria, hambre, dolor y muerte en todo el mundo...

A esos señores, banqueros, especuladores, consejeros delegados, economistas que avalan estas "soluciones" sin pestañear, nadie les va a castigar legalmente, puesto que no es ilegal lo que hacen, pero estos señores pueden encontrarse con la horma de su zapato si les mengua el chorro del dinero por una de sus tuberias, aunque sea la más estrecha de todas

Os aconsejo que os hagáis seriamente estas preguntas, que seguramente, ya que somos muy inteligentes cuando queremos, os llevaran a otras tantas dudas, y quizás a otras reflexiones...y os preguntéis si merece la pena ganar un punto más de interés, una cazuela o una radio pensando que en esa lucha por tus ahorros puede resultar seriamente herida gran parte de la población más desfavorecida...incluso, y esto el lo realmente paradójico, tú mismo, o tu familia, o tus amigos.

Si la respuesta es que sí os merece la pena, seguid así, pero volvedlo a pensar cuando veáis que os afecta más directamente el paro, la jubilación, la falta de prestaciones sociales... Si es no, o tenéis dudas, pensad que hay alternativas, y están tan al alcance de vuestra mano como éstas que os están ofreciendo "vuestros" banqueros de toda la vida. Que no son la panacea ni mucho menos, pero sus planteamientos son algo más respetuosos con el mundo en general.

Triodos Bank

Banca Ética

Fiare

y muchos, muchos más. Y si éstas alternativas no os parecen correctas, pero estáis de acuerdo con mis planteamientos, sería muy gratificante que aportarais algunas otras.

Tal vez, como tenderos (de dinero) que son, aten cabos y -aunque solo sea por la mezquindad que les mueve la mayoría de las veces- se den cuenta del mensaje que les lanzamos sus clientes.

Porque, aunque nos comportemos como sus esclavos y nos traten como a tales, lo que en relidad somos es sus clientes. No lo olvidemos.

Si nosotros queremos, ellos cambiarán o tendrán que desaparecer.

¿Relaciones comerciales?. Por Verdad Radical

Dame una señalQuizá lo más triste de todo es que absoluciones como la de Camps, se deben a una gran falta de cultura política, administrativa, incluso diría general, y esto hace que hechos como éstos se puedan repetir indefinidamente y que partidos como el PP ganen mayoritariamente las elecciones. Como decía, lo más triste de todo es que el razonamiento del jurado se base en el argumento de que "eran relaciones comerciales".

Si este es el el argumento, es como decir que no se le puede declarar culpable, "porque ya que está en un cargo público cómo no se va a aprovechar de ello". Y como si fuera un acuerdo tácito, todos aceptamos que si sólo eran "relaciones comerciales... entonces no pasa nada". Para los que no lo sepan, los cargos públicos y administraciones no pueden mantener relaciones comerciales (las relaciones comerciales suponen concurrencia en un mercado libre y abierto, regulado fundamentalmente por la ley de la oferta y la demanda, en función de la que se fija el precio) con ninguna empresa, organización y/o institución en razón de su cargo. Precisamente, eso es así para evitar situaciones como la imputada a Camps. La relación de los cargos públicos y Administracones con las empresas, es de prestación de servicios, con la intermediación de concurso público, si el servicio supera un determinado presupuesto, junto a los mecanismos de control oportunos, diseñados para evitar el tipo de corrupción atribuida a Camps. 

Queda patente pues, que la ignorancia es una de las peores lacras. Lo que si saben los miembros del jurado, se les ha repetido hasta la saciedad como un mantra, es que en caso de duda la decisión debe de ser no culpable. Pero esto en ningún caso significa que sea inocente (aunque los efectos mediáticos sean como si lo fuera), sino que a criterio del jurado, no hay suficientes evidencias para declararlo culpable. Entonces, para este jurado y seguro, otros muchos ciudadanos, ¿que son evidencias suficientes?.

Pero ese ya es otro tema...



Verdad Radical

¿Aceptamos pulpo como animal de compañía?

El neoliberalismo guiando a su pueblo ...
Igual, (mi buen amigo Nacho lo ha comentado ya en tantas ocasiones como para empezar a planteárselo), ya vale de perder el tiempo, unos por su parte defendiendo a ultranza a (los trabajadores de) la privada, y otros por la nuestra, pidiendo casi perdón por dedicarnos a la "pública". Creo que ese no es el tema en cuestión, el tema gordo, la chicha del asunto. No es que no lo considere importante, es que creo que ya prácticamente todo está dicho (y muy bien, por ambas partes) al respecto, y que no hacemos sino enredarnos en una suerte de lucha fratricida entre personas que tenemos más puntos en común que problemas que nos separen. El principal de esos puntos que nos unen, o que nos deberían unir, es que todos nosotros, absolutamente todos, pertenecemos al mismo ejército, y ese ejército no hace sino perder batalla tras batalla en esta guerra declarada y por cierto muy cruenta en la que estamos envueltos. De eso se trata, a mi modo de ver, esta crisis. No es más que una batalla muy dura, una más, de una guerra librada entre los poderosos y el resto.

Ellos, los que van ganado por goleada, lo han tenido siempre muy claro. Nosotros, los que perdemos, no parece que lo veamos tan claramente. La situación es como si de repente un ejército invasor nos estuviera masacrando, nos robara nuestras pertenencias, nos asesinara, nos echara de nuestras casas y, con una habilidad que no podríamos creer si se tratara de una invasión militar, nos hubiera convencido de que debemos dárselo todo, pagarles con nuestros ahorros, con nuestros trabajos, con nuestras vidas, su armamento...porque no hay otra solución, porque se trata de una cuestión técnica, de supervivencia...hay que dejar que nos maten para ... bueno, la verdad es que ni yo soy tan creativo, no puedo imaginar un sólo razonamiento convincente. Nadie, repito: NADIE en su sano juicio podría dar por buena una situación así. Y sin embargo, sí lo hacemos cuando vemos que Bancos y grandes inversores juegan con nuestra vida,  nos lo quitan todo sin renunciar ellos a nada, y ponen a unos cuantos "técnicos" en la materia a convencernos de que no hay otro remedio, y lo consiguen. Consiguen que a, pesar de los pesares, nos tomemos el engaño como una verdad inmutable, consiguen que nos peleemos entre nosotros, consiguen que solo seamos capaces de ver el chocolate del loro de la corrupción política...sin mirar un poquito más allá. Han modificado el lenguaje a su antojo, han cambiado muchos conceptos de sentido, han vaciado otros, y nosotros no nos hemos planteado nunca, pero nunca, que nos están timando con mucha crudeza y por pura avaricia.

Ellos van ganando, porque desde hace muchos muchos años han sembrado, han formado a la gente en el pensamiento único (a aquellos que les ha dado por pensar), han estimulado hasta la saciedad el consumismo, han exacerbado hasta el paroxismo el concepto del triunfo y el fracaso, han promovido el individualismo, la competencia disfrazada de competitividad, han manejado la educación y la cultura a su conveniencia, han seducido hasta secuestrarlos a nuestros representantes...y mientras, nosotros hemos ido jugando a su juego, siguiendo sus normas, como mucho discutiéndolas, a veces a gritos, incluso en grupo, porque así es como tienen que ser las cosas, porque así es como nos las han enseñado. Porque así es como nos han alienado. El juego no se discute. Las reglas, como mucho, se negocian, y por supuesto, estamos en nuestro derecho a quejarnos por ellas. Han conseguido, incluso, que en algunos países estemos convencidos de que esas reglas las hemos creado entre todos. No se puede ser más inteligente, eso es verdad.

Llevan decenas de años ejerciendo. Consiguieron alejar del pensamiento de la gente conceptos como "poderes fácticos", "lucha de clases", "izquierdas y derechas"... incluso han conseguido alejarnos de la propia idea de clase social. Y sin embargo, ellos, aviesos y más inteligentes que nosotros, han seguido manejando esos factores con gran habilidad. Llevan demasiado tiempo convenciéndonos de que el juego que ellos juegan y ganan siempre (porque lo hacen con ventaja, por supuesto) es la vida, y que las normas de dicho juego hay que respetarlas. Muchos de nosotros, políticos, intelectuales, sindicatos, han creído, tal vez con buena voluntad, que ese juego perverso podría ser mejorado desde dentro, a fuerza de negociar ciertas modificaciones en la reglas. Y hasta aquí hemos llegado, las normas solo se han cambiado, y eso es histórico, cuando el dueño del juego (que tan irresistible nos parece) ha creído conveniente, y cuando no, pues se han rehecho (es un poco lo de "aceptamos pulpo como animal de compañía" pero sigue dejándonos jugar a tu juego).

Yo me lo estoy dejando. Reconozco que es muy difícil desprogramarse, me está costando, no lo niego. Ayuda que -si os paráis a pensar, seguro que estaréis de acuerdo conmigo- ese juego dejó de ser divertido hace ya mucho tiempo para la mayoría, si es que alguna vez lo fue de verdad. El dueño se ha dado cuenta de que le sale más a cuenta meternos miedo a que nunca más podamos volver a jugar, exigiéndonos cada vez con más fuerza, que le aceptemos el pulpo como animal de compañía, que ya ni juega. Simplemente, amenaza con no dejarnos jugar. Y cuando cedemos a sus exigencias, vienen otras, o no nos dejará jugar...

Juguemos, pues, a otra cosa, ¿no os parece? Hay juegos mejores, más divertidos para todos. Seguro que se os ocurre como hacerlo, si es que estáis de acuerdo conmigo, claro. Yo, por mi parte, escribiré cuanto se me ocurra al respecto.

Entonces ... ¿ACEPTAMOS PULPO COMO ANIMAL DE COMPAÑÍA, O MANDAMOS A PASEO AL DUEÑO DEL JUEGO?


LIQUIDACIÓN POR CIERRE

Pasadizo
Las noticias que nos llegan cada día a través de los medios de comunicación sobre los recortes presupuestarios que van aplicando los diferentes gobiernos autonómicos me provocan una especie de escalofrío, de sentimiento de intranquilidad, de angustia premonitoria de lo que nos aguarda.

Durante muchos años, la sociedad española, en algunos casos con el apoyo de los gobiernos de turno, ha ido acumulando un rencor soterrado contra los trabajadores de las administraciones públicas. En el subconsciente colectivo de los ciudadanos ha medrado la idea, publicitada y repetida hasta la saciedad por algunas mentes interesadas, de que lo público es ineficaz y caro, y de que sus trabajadores son castas privilegiadas, que reciben su salario a final de mes por no hacer nada o casi nada.

En estos momentos de crisis, con casi cinco millones de españoles en las listas del INEM, los parados y la gran mayoría de los trabajadores del sector privado se vuelven hacia los trabajadores de las administraciones públicas para recriminarles la estabilidad de sus empleos frente a la incertidumbre laboral en la que viven muchos de ellos. Esa estabilidad lo justifica todo. Si trabajan poco, que cobren poco, o mejor aún nada. Que se vayan a la calle como todo hijo de vecino y que sufran en sus carnes lo que sufren el resto de sus conciudadanos.

Así se ve con buenos ojos el despido de trabajadores – miles de interinos se encuentran o se van a encontrar en breve en el paro- , la rebaja de los salarios de los empleados públicos, la amortización de las plazas vacantes generadas por las jubilaciones y la privatización de muchos de los servicios que desempeñaban esos mismos interinos y jubilados. En algunos casos –como ha sucedido con los profesores de secundaria – incluso se incrementa su horario lectivo, es decir el tiempo invertido en dar clases, difundiendo de forma torticera, que su horario pasa de 18 a 20 horas semanales. Se olvida, con un alto grado de cinismo, que el horario de un profesor no se limita a acudir a las aulas y explicar el tema de turno a sus alumnos, sino que además comporta la preparación de esas clases, la corrección de exámenes, las tutorías, laboratorios y un buen número de tareas adicionales con lo que ese aumento del número de horas lectivas se hace en detrimento del resto de sus tareas y por lo tanto de la calidad de la enseñanza que reciben nuestros hijos.

Pero claro, todo esto tiene un objetivo final, una meta clara y concisa que se nos oculta de forma pertinaz y que nos ocultamos a nosotros mismos, con una notables estrechez de miras, en aras de nuestro presente.

Si bien es cierto que algunos organismos de la administración pública están hipertrofiados y duplicados e incluso triplicados, no es menos cierto que en otros la escasez de medios personales y materiales es alarmante. Esto hace que los servicios prestados a los ciudadanos por la administración no sean todo lo satisfactorios que debieran ser. A nadie nos gusta hacer cola para ser atendidos por nuestro médico, ni esperar angustiosos minutos hasta que aparecen los bomberos cuando nuestros bienes arden por los cuatro costados. Pero no nos paramos a pensar que esto tan sólo se debe a la falta de medios humanos y materiales con los que se dota a estos dos colectivos de la administración, que son un ejemplo extremo de servicio al resto de los ciudadanos.

Entonces aparece esa idea que nos han inculcado a lo largo del tiempo y la tentación es clara: pongamos en manos de empresas privadas el servicio público para mejorarlo y así de paso, nos deshacemos de un buen puñado de empleados ineficaces que viven a nuestra costa.

Pero en ese proceso se introduce un factor de distorsión importante de la labor que las administraciones realizan. Mientras que el único objetivo de la administración es proporcionar al ciudadano un servicio de calidad con la mayor eficiencia posible, para una empresa privada, además de estas premisas aparece la necesidad de proporcionar el mayor rendimiento económico posible a sus propietarios. Y esto es absolutamente legítimo y de ninguna manera criticable. Las empresas privadas no son ONG’s al servicio de la administración, sino que las crean personas que pretenden vivir de los beneficios que éstas generan. Pero claro, cuando hablamos de servicios al ciudadano, lo primero y lo fundamental es ese servicio y no la rentabilidad del mismo. Una empresa privada no puede asumir tareas que en algunos casos suponen una merma de sus ingresos, cosa que una administración pública, cuyo objetivo es y debe ser el servicio al ciudadano si que debe realizar, incluso cuando supone un coste adicional.

Caminamos así a la liquidación de lo público y a su sustitución por la iniciativa privada. Nos aproximamos a una “americanización” de la administración, o más exactamente a una “Chicaguización” que dejaría en manos privadas la mayor parte de lo que ahora gestiona por sus propios medios. Así, la sanidad pública pasaría a ser poco más que un supervisor, gestionando los grupos empresariales creados al efecto los hospitales levantados con el dinero de todos. La enseñanza pasaría, más todavía de lo que ya está, a manos de los entes privados, que no debemos olvidar son actualmente de forma abrumadoramente mayoritaria órdenes religiosas o grupos confesionales, preponderantemente del ámbito del catolicismo más intransigente. Y suma y sigue con el resto.

Debemos reflexionar seriamente si eso es lo que queremos, si ese es el tipo de administración que queremos legar a nuestros descendientes, o por el contrario si lo que pretendemos es dejarles una administración eficaz, razonable y eficiente, que desarrolle su labor con la única mira de satisfacer las necesidades del ciudadano a un coste razonable y con un alto grado de eficiencia, ya que el ciudadano al fin y al cabo es su propietario.

Si optamos por lo primero, no quedará otro remedio que colgar en la puerta de nuestros centros públicos el cartel de LIQUIDACIÓN POR CIERRE y esperar a que poco a poco, la degradación de los mismos impulse a la sustitución en sus tareas por entidades con ánimo de lucro.

¿Es realmente eso lo que queremos? Yo, al menos, no.




Javier García Carratalá

El Marianómetro. Quinta medición. Se coge antes a un mentiroso que un vago

Mariano, Mariano...si no fuera por que de ¿tus? decisiones depende mi futuro y el de mis compatriotas (que por cierto, y dado que a muchos de ellos parece no preocuparles, cada vez me preocupa menos) ciertamente te trataría con más cariño. Si ejercieras de lo que en realidad eres, registrador de la propiedad en cualquier pueblo de nuestra geografía, serías un tipo entrañable, poco dado a los conflictos, bonancible, más bien algo vaguete, pero sociable, amigo de las frases hechas y de los refranes...una persona que encajaría perfectamente en cualquier partida de dominó o de mus de cualquier bar de cualquier pueblo...

Pero Mariano, es que por ¿tu? voluntad y gracias a los votos de millones de personas, a los que empiezo muy a pesar a perderles el respeto político, eres el baranda de este país. Y eres de derechas, Mariano. Que no se te olvide. Y los de derechas, como tu y el Montoro, de quien hablaré en su momento, no subís impuestos, los bajáis. Vuestros amadísimos Reagan y Tatcher se revolverán cada uno donde esté, si se enteran (creo que por distintas razones, ninguno se entera de nada).

Tengo que llamaros, una vez más, mentirosos. Es, en parte, el cometido de esta sección. Dijísteis que de subir impuestos, ni hablar. Cuando el déficit en España era superior al actual, lanzasteis diatribas contra cualquier subida de impuestos...como gente conservadora, de derechas, que sois...

Y ahora, los subes, Mariano. Y el Montoro, además se descojona sin vergüenza, el muy sinvergüenza cuando se lo recuerdan. Seguramente, se estaba descojonando de todos aquellos que os han votado, no perteneciendo a vuestra misma clase social.  Hay que decir en tu favor, que como hombre de derechas que eres, (porque eres de derechas, Mariano, no quieras hacernos creer lo contrario) te has ocupado de preservar como siempre a las grandes fortunas, empresas y banqueros. Nada más coherente. Pero los impuestos, los has subido, majete. La siguiente mentira, que ya desarrollaré es aquello que dijiste...¿cómo era?..."no me quejaré de la herencia de los socialistas..."

A lo que vamos. Por mentiroso reincidente (no por ser de derechas, por mentiroso) te quito un punto.


Nivel del Marianómetro:
95 -1 = 94 

NO DISPAREN AL PIANISTA

Playa San Juan. PAU 5
Lo público, abandonado

En los viejos salones del Far West americano, retratados en innumerables ocasiones por el Séptimo Arte de todas las partes del mundo, podía observarse de forma fugaz un curioso cartel colgado tras la barra donde, inevitablemente, el forajido de turno consumía sin pestañear pequeños vasos de licor (eso que ahora llamamos “taponazos”) de más que dudoso origen.

En él se podía leer: “NO DISPAREN AL PIANISTA”. Extraña frase que reflejaba la cautela con que debían comportarse el despiadado pistolero y sus secuaces, ante la figura del intérprete que desgranaba atipladas melodías en la pianola que amenizaba las horas y los días de semejante tugurio. Todo un signo de respeto con los que servían a los demás, aunque fuera en unas condiciones tan difíciles como las de aquellos memorables “Saloon” de la última frontera de América.

Ahora ya no hay pianistas en los bares (en la mayoría al menos), pero hay otra figura en nuestra vida cotidiana a la que convendría aplicar el mismo respeto que esos durísimos aventureros debían dispensar al músico de turno.

Hace unos años, tener un hijo/a que trabajara para la Administración Pública era objetivo que se fijaban muchos padres responsables que, por encima de todo, aspiraban al bien futuro de su prole. Un amigo mío decía que trabajar para la Administración era “Pan duro, pero seguro”.

Últimamente, el pan sigue siendo duro, cada día más duro para todos, pero incluso ha dejado de ser seguro. Y si no que se lo pregunten a muchos empelados públicos de nuestra Comunidad y sus tribulaciones con el cobro de la paga extra de Navidad.

Sin embargo, se alimenta de forma continuada la opinión de que contra el “funcionario” todo vale. El tener un puesto de trabajo seguro (ya veremos en que queda esa “seguridad” en el futuro) justifica toda clase de medidas de ajuste, contra esa “clase privilegiada” que, no sólo no cumple como cualquier hijo de vecino, sino que además exige cobrar todos los meses un salario digno.

Es cierto que en un país con casi cinco millones de parados, los que engrosan las listas del INEM pueden mirar con ojos aviesos a aquellos individuos que tienen un puesto de trabajo. Pero no es menos cierto que, cuando las cosas marchaban de otra manera en la economía española, las miradas a los empleados públicos se dirigían por encima del hombro, considerando sobre todo los magros salarios que se pagan y pagaban ya entonces en la Administración española, en comparación con los de la empresa privada.

Bueno es recordar que los salarios de los empleados públicos proceden de los impuestos que pagamos todos, pero no hay que olvidar que en ese “todos” también están los propios funcionarios, que religiosamente ven descontados los mismos de su salario y abonan sus impuestos en las compras de bienes y servicios como casi todos los españolitos, defraudadores aparte.

Es fácil caer en la manida retórica de que empleados públicos son los maestros que enseñan a nuestros hijos, los sanitarios que cuidan de nuestra salud o los bomberos y policías que arriesgan sus vidas por las nuestras. Y es cierto, esto es así, pero también hay millones de empleados públicos en tareas menos aparentes, pero absolutamente necesarias para el desarrollo de la actividad de los habitantes de una nación cualquiera. No existe un país que no tenga funcionarios a su servicio, e incluso en países con índices de calidad de vida muy superiores a los nuestros, el porcentaje de empleados públicos sobre la población total, es mucho más elevado que el nuestro.

Renunciar a la función pública es absolutamente imposible, pero lo que es posible y necesario es  exigirle eficacia en la gestión y eficiencia en el gasto. Y eso, por desgracia, no sólo depende de los empleados de “a pie”,  que en parte también, sino de las clases dirigentes que, empezando por los políticos que nos gobiernan en cada caso, no son precisamente un ejemplo de estas virtudes a exigir a los funcionarios, al menos por lo visto en los últimos años. Pero recortar indiscriminadamente los salarios, eliminar las prestaciones sociales, aumentar las jornadas de trabajo y el cúmulo de medidas que se nos van desgranando fatídicamente día a día, no hacen sino empeorar las condiciones en las que se tiene que desarrollar la tarea del trabajador público, ya de por si generalmente sometida a las estrecheces presupuestarias y a las necesidades de cuadrar los presupuestos de los gobernantes de turno.

Denostemos pues al empleado público que no cumple sus tareas y responsabilidades,  sea cual sea el puesto de trabajo que desempeñe y el cargo que ocupe, y dejemos campo a la imaginación e incentivemos al que trabaja para convertir nuestra Administración en un modelo de servicio al ciudadano.

Pero sobre todo, por favor NO DISPAREN AL PIANISTA. Al fin y al cabo, él sólo es el intérprete, la partitura  la ponen otros.




Javier García Carratalá